Empieza a despertar otra temporada veraniega. Desde localidades como la nuestra, hablamos de temporada “turística”, y supone un auténtico cambio, que los ciudadanos observamos desde el momento en que salimos a la calle.
De hecho, este revulsivo lo percibimos semanalmente (épocas de pandemia aparte), a partir del viernes por la noche, y hasta el domingo. Diríamos incluso que tenemos la sensación de vivir en dos realidades distintas: la excesiva tranquilidad de entre semana, contrapuesta a la frenética y la opulencia de sábados y domingos.
La primera, se ve especialmente marcada por las entradas y salidas de los niños en las escuelas, y el tráfico de vehículos, de padres y abuelos, arriba y abajo.
En los fines de semana observamos un incremento, a menudo desmesurado, de peatones, vehículos, clientes en las terrazas de los restaurantes, de niños jugando en la playa, los columpios,…
Y este marcado ciclo semanal, se diluye y estalla en los meses de julio y agosto: los niños libres de escuela, las visitas a segundas residencias prolongadas, y los visitantes turísticos.
Ciertamente, nos gustaría vivir más equilibradamente, de forma más compensada, con menos estacionalización, y con un flujo de personas constante y fluido durante todo el año… pero nos amoldamos.
La adaptación a este desequilibrio se ha ido produciendo desde hace varias décadas, y hoy en día, lo efectuamos de forma natural, y muy especialmente por parte de los comercios, empresas de restauración, alojamientos y servicios.
De este modo, comerciantes y empresarios vivimos esta divergencia, que nos hace buscar constantemente el intento de equilibrar los picos de incremento de trabajo, y al mismo tiempo, con nuestro ocio, la vida laboral y la familiar. Y no sólo nuestro, sino también, como es obvio, de las compañeras y personal que integran nuestros equipos de trabajo.
Queremos lo mejor para toda la plantilla, y para nosotras mismas, pero no podemos obviar nuestra voluntad de servicio y atención a las personas, y ésta toma más sentido en momentos de mayor empleo.
Seguimos buscando, sin dejar de estar agradecidas por vivir en este entorno único y privilegiado, y por ejercer nuestra maravillosa profesión.